La trayectoria expositiva de este artista esta hecha de largos periodos silenciosos, de trabajo oscuro, en los que, sin embargo, alienta una aspiración a una especie de edad de oro. Es un caminante solitario en un sendero que se pierde en la lejanía, con un halo de misterio y solemnidad.
Matarranz, desde sus inicios, se preocupó extraordinariamente por la técnica, en permanente experimentación e investigación formal, y en su dominio vió el medio inprescindible de su creación.
Se recrea en el juego con la materia, sometida a una continua transmutación que se da en toda su obra y que lo eleva a la categoría de alquimista del arte.
Es un artista persistente en el expresionismo orgánico y germinación de las formas, con una visión imaginativa y fantástica de la naturaleza y un ahondamiento en la visión interior de las cosas.
Una pintura de tramas vigorosas y bidimensionales, forma y fondo integrados, a la vez preciosista, que hace experimentar extraordinarias sensaciones y en la que el planteamiento informalista se hace misterioso y lírico y capaz de notable fascinación.