Las fuentes iconográficas, conceptuales, filosóficas y estéticas manejadas por Ana de Matos son muy diversas pero, simplificando, la raíz de todo en este conjunto coherente de estampas, collages y dibujos (de difícil separación entre sí) parece ser una preocupación esencial, crítica y urgente, a la vez que serena, inteligente y vitalista, por el ser humano vivo. Dicho esto podríamos decir que se recupera aquí la subversión post-feminista de la idea de construcción de género (visible en la apropiación de la labor de bordado y el uso constante del vestido, el patrón de confección, el hogar y el maniquí como motivos) o hablar de un primitivismo formal sofisticado mediante argumentos plásticos propios del pop o del minimalismo…
A la postre, encontramos en estas telas pespunteadas, en los dibujos e impresiones de cuerpos humanos sin cabeza, en la simplificación simbólica de la figura, en el magnífico uso de la costura, una emoción traducida en impulso trágico y estético capaz de situarnos frente a la aduana de la muerte de un modo quizá parecido a como lo hacían los rituales primitivos.