Aunque conocido sobre todo por su faceta como escultor -con obras tan emblemáticas como la Torre de la Memoria o Hacia la Luz, ambas en Gijón-, Francisco Fresno se inició en el arte desde la bidimensionalidad de la pintura con un paisajismo de estirpe impresionista y el collage. Asimismo resulta de especial interés su incursión en la geometría.
El empleo de materiales cada vez más objetuales le acercó a la escultura, que ha desarrollado en diversas direcciones tanto en su modalidad de interior como en espacios públicos. Su autodidactismo, que también ha aplicado a una personal aportación como artista gráfico, siempre ha favorecido una actitud de experimentación que materializa de una manera muy depurada en obras marcadas por la dialéctica entre descomposición y reconstrucción, atomización y recreación mediante la actividad plástica y perceptiva.
Desde una perspectiva humanista, su obra ha reflexionado sobre relación entre naturaleza y el ser humano, la memoria de los lugares y los propios procesos artísticos.